El libro ‘Tejer Comunidades’ supone una memoria, una reflexión y una caja de herramientas sobre la vida en común, también de manera concreta en cooperativas de vivienda.

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Tejer Comunidades. Invitación a pensar la vida en común (Pol·len Edicions, 2023), supone una especie de tratado multidimensional del lado comunitario de la vida, de cómo se eligen y habitan proyectos comunes en diferentes espacios de nuestras existencias, cómo se construyen comunidades intencionales, basadas en lo colectivo y el apoyo mutuo, y en último término, de qué manera estas comunidades elegidas se concretan en ocasiones en cooperativas de vivienda.

El volumen, basado en la experiencia de la cooperativa Fil a l’agulla, con casi quince años de trayectoria en esto de acompañar a grupos de personas en sus relaciones con el común, facilitando procesos de concienciación, transformación o decisión en espacios comunitarios, contiene tanto una aproximación más reflexiva hacia el concepto de comunidad, como una serie de herramientas y experiencias para acercarse a la vida en común de una manera consciente y llena de posibilidades. Tejido de forma colectiva y uniendo una diversidad de voces, la coordinadora del libro, Mireia Parera, comparte con El Salto algunos de los debates, ideas y aprendizajes que atraviesan sus páginas.

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SARAH BABIKER

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¿Qué queríais posibilitar con este libro?
Queríamos sobre todo compartir aprendizajes y herramientas. Con las ganas de poder impactar más y más, una de las cosas que en Fil a l’agulla nos planteamos es el hecho de poder describir y transcribir nuestro conocimiento y desde ahí divulgarlo. Y una de las tareas que teníamos pendientes era precisamente escribir un libro. Este ha sido el primero, espero que de otros que tienen que llegar. Justo contábamos con una subvención que nos ha permitido concretarlo —no siempre es fácil encontrar el tiempo para escribir—, y también se trata de un campo en el cual tenemos bastante experiencia: hemos cocreado el proyecto Perviure, que es una cooperativa interdisciplinar con otras cooperativas, en el cual apoyamos a proyectos de covivienda. Pero más allá de esto, desde Fil a l’agulla hace bastantes años que nos dedicamos a acompañar grupos y entre ellos comunidades, personas que conviven.

 El libro sirve no solo para personas que conviven, sino para personas que colaboran, que tienen proyectos en común, que trabajan juntas, que tejen relaciones juntas porque están en proyectos de activismo o de tipo político

Para mí lo que es interesante también de este libro es que, aunque la excusa es la comunidad, en realidad lo que trabajamos ahí son temas que trabajamos transversalmente en cualquier tipo de grupo. Es un libro que sirve no solo para personas que conviven, sino para personas que colaboran, que tienen proyectos en común, que trabajan juntas, que tejen relaciones juntas porque están en proyectos de activismo o de tipo político, personas que están en una escuela, etc.

Y en un momento digamos, en el que no hay mucha energía política, de horizontes posibles, ¿trabajar en estas vidas en comunidad es una forma de imaginación política?
No lo había pensado, pero me gusta pensarlo así. Me gusta pensar que es un libro también para posibilitar, para ayudar a hacer más tangibles otras realidades, que ya existen en realidad y poderlas hacer más fuertes. Sí que queríamos también que fuera un libro práctico, que diera herramientas que te ayuden a tu proyecto, a hacerlo más sostenible, más vivible y más agradable para todo el mundo. Al mismo tiempo que, obviamente, hay cosas que son retadoras, difíciles, especialmente también en el contexto actual.

Claro, uno de los límites, por ejemplo, en el caso de la vivienda en cesión de uso, son las barreras materiales. Las condiciones materiales pueden alentar la vida en comunidad o fortalecer lo comunitario, pero también pueden ser un obstáculo para poner en pie estos proyectos. ¿Esto os lo encontráis en vuestro trabajo?
Es verdad, estos proyectos no son para todo el mundo a nivel material, pero no sólo, también a nivel personal. No todo el mundo está preparado, o quiere vivir de esta manera con lo que implica, porque sí que implica relacionarte más y por lo tanto poner más en el asador. Al mismo tiempo, también es cierto que sí que hay un auge en el Estado español, en Catalunya, sobre todo. Sí que es cierto que hay colectivos que lo tienen más fácil a nivel material, por ejemplo en Madrid hay muchas de gente mayor porque son quienes tienen los recursos.

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SARA PLAZA CASARES

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Sí, hay una limitación en cuanto a los recursos. Pero también es cierto que cada vez hay un marco más propicio para que más proyectos así puedan surgir, aunque la limitación económica está, hay otras barreras que se están salvando: el tema de los créditos con los bancos, el tema de las administraciones y las regulaciones legislativas, hay obstáculos que a medida que hay más proyectos así pues también se van salvando.

Y hablabas de que hay un momento de auge en Cataluña, ¿a qué crees que se debe este auge? ¿Hay una cierta réplica de cosas que funcionan, que hacen bien a la gente? ¿Es algo más político?
Es una buena pregunta. Yo creo que parte de lo que ha sido importante en Cataluña es el impulso por parte de organizaciones, como por ejemplo Sostre Cívic, y el impulso por parte de personas, como por ejemplo la Cal Cases, que es la primera cooperativa de viviendas, desde este modelo de cooperativa de cesión de uso, de personas pioneras que creen en este tipo de modelos de vida y lo impulsan y lo llevan para adelante. Sí que es cierto que en Cataluña hay una tradición de relaciones cooperativas, colaborativas, forma parte del imaginario y eso siempre lo hace más fácil.

La dificultad de encontrar un alquiler, de tener tu casa, eso también está haciendo que muchas más personas vean la covivienda como una oportunidad de estabilidad habitacional

Creo que también, que ahora haya tanta fuerza, tiene que ver con la crisis y con la dificultad inmobiliaria que hay. La dificultad de encontrar un alquiler, de tener tu casa. Eso también está haciendo que muchas más personas vean esto como una oportunidad también de estabilidad habitacional. Las personas que pueden tener la posibilidad mínima económica ven como una salida, personas que igual antes no se hubieran planteado vivir en un modelo así.

Hablabas antes los límites que van más allá de lo material, hay un capítulo muy interesante que habla del “bicho neoliberal” que se instala dentro de cada cual. ¿De qué manera se infiltra el “bicho” en estos proyectos?
Ahí le pedí a Sol Abejón y luego también a Sara Carro, que hicieran un panorama un poco más general. Yo creo que una limitación que tenemos es este pensamiento neoliberal, capitalista, colonial, blanco, patriarcal, lo tenemos muy metido ahí y tiene que ver con esa visión profunda de separación, de considerarnos separados de la naturaleza, el hombre por encima de ¿no? Eso es una mella importante para este tipo de proyectos, porque al final la comunidad es sentirse parte del todo, es diluir un poco esa individualidad para construir también lo común. Es algo que de algún modo estamos deconstruyendo, que en nuestra sociedad es un esfuerzo que tenemos que hacer, para construir esta otra visión más desde lo común, desde la inter y ecodependencia, desde el sentirte parte del todo. Desde ahí, el tejer comunidad ya viene solo.

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Volviendo a esto del individualismo que decías, a veces hay una cierta sacralización de la autonomía y de la libertad un tanto superficial. En este marco, estar pendiente de los demás, estar más en el común, resuena un poco a sacrificio, para mucha gente que no es necesariamente súper individualista. ¿Se pueden construir otras libertades y otra autonomía que no sea esta libertad y autonomía neoliberal, de las cosas cuando yo quiero o como yo quiero?
Sí, por supuesto. Yo creo que para alguien que parte de donde tú dices, pues vivir en comunidad o en proyectos así, no es su espacio y no pasa nada, está bien, puede construir otras relaciones desde otro lugar. Pero creo si te acercas a un espacio así es porque de algún modo estás interesada en salir de ese impulso. El entorno social y la cultura por ahora nos lleva a ese lugar, tienes que esforzarte más para ir a otros lugares. Pero también es cierto que hay personas a las que de manera más natural nos sale lo contrario, y ahí también podríamos hablar del género, de cómo las personas socializadas como mujer, en realidad a veces pensamos más en el otro que en nosotras mismas.

Este tipo de cosas me gusta verlo como diálogos. Cuando estás en una comunidad es importante cuidar ese diálogo entre el yo y el grupo. Y que no sea que el grupo te lleve y te arrastre y te olvides un poco de ti. Ni al revés. Las dos cosas son importantes de cuidar y esa tensión en cualquier grupo siempre existe y siempre es interesante tener consciencia, ponerle conciencia y mirada para cuidar las dos partes, buscar ese equilibrio dinámico.

El hecho comunitario es algo muy rico. Yo ahora mismo estoy viviendo en una cooperativa de vivienda y es un regalo para mí llegar y saber que tienes personas a tu alrededor

 ¿Quizás falta un relato que visibilice que del mismo modo que cuidar del otro, estar presente e ir más allá de lo individual puede implicar un cierto sacrificio, también son vidas sacrificadas las que dependen solo y únicamente de sí mismas en este esquema neoliberal?
Me está gustando la reflexión, no sé si tengo muchas respuestas, pero sí que me hace pensar. Sí me hace pensar el privilegio, por ejemplo, de tener red, de tener relaciones, de tener otras personas que piensan en ti, que te cuidan, y de que cuando están tú sola proveyéndote todo y teniendo que tirar para adelante, pues no tienes esto. Puedes tener otras libertades y otras cosas, pero esto no lo tienes, es lo primero que me ha hecho pensar. Para mí también el hecho comunitario es algo muy rico. Yo ahora mismo estoy viviendo en una cooperativa de vivienda y es un regalo para mí llegar y saber que tienes personas a tu alrededor, que si te pasa algo te preguntan, que si les pasa algo, les preguntas, que si necesitas algo vas, llamas a la puerta y estás charlando un rato. Obviamente tiene sus retos, pero es un regalo.

Entrevisté en su momento a una cooperativa de vivienda intergeneracional. Era bastante interesante lo que esto aportaba la diversidad de edades, el poder colaborar con los cuidados de las mayores, de las pequeños y demás. Pero al final, este es un poco el rol tradicional de las familias: abuelas que cuidan de nietos, hijos que cuidan de sus padres cuando envejecen… ¿Qué otra cosa aporta esta decisión de vida comunitaria, nuevo, diferente, a este modelo de la familia tradicional?
He hablado con mucha gente mayor, que es parte de estos proyectos y dice oye, que yo tampoco estoy aquí para cuidar, que ya tengo mis nietos, que justo ahora estoy pudiendo disfrutar de tener tiempo libre y no sé si quiero estar ocupándome del cuidado ahora mismo de estas criaturas. Eso me parece muy interesante también. Pero sí que creo que algo que traeN las comunidades intergeneracionales, es romper estereotipos sobre lo que somos las personas en cada edad. Porque te permite relacionarte con personas de distintas edades que están pasando por distintos momentos vitales y ver la diversidad y la pluralidad de maneras de vivirlas. Y eso está muy bien.

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SARAH BABIKER

También creo que es un reto social el tema de salirse de modelos más convencionales de vida. De hecho las casas están muy pensadas para el matrimonio heterosexual con sus hijos y si sales un poco de este patrón, es difícil encontrar casas con habitaciones dobles, por ejemplo. La arquitectura está muy determinada hacia un lugar, y creo que precisamente las cooperativas de vivienda, al ser también proyectos más nuevos, están posibilitando otro tipo de relaciones dentro: es común que haya proyectos donde hay diferentes modelos, dónde vive una pareja heterosexual con sus hijos, pero también una madre monoparental, dos amigas que viven juntas, una pareja homosexual sin hijos, una mujer sola con su perro… permite también más flexibilidad porque estás abriendo otros imaginarios, entonces eso también te permite abrir la mente en muchos más otros campos, que toda esa diversidad pueda convivir.

Incluso hay proyectos que ya han pensado en tener habitaciones entre las dos casas por si en algún momento cambian las circunstancias, que una habitación pueda pasar a ser de la otra casa, pensando que es verdad, que cambiamos, no siempre estamos conviviendo las mismas personas, eso también puede ser fluido.

Respecto a los cambios, hay un capítulo dedicado al duelo. ¿Cuáles son las principales razones por las que la gente sale, o se pueden frustrar estos proyectos? 
Algo que sí que está muy estudiado —de hecho lo dice la Diana Leafe en su libro Crear una vida juntos— es que la mayor parte de estos proyectos no fallan porque no tengan las cosas tangibles que se necesitan para que salgan para adelante, sino por temas más relacionales: porque no tenemos la misma visión común, por conflictos no gestionados o mal gestionados, etc. Este es uno de los motivos que hace que la gente se vaya o nos vayamos de las comunidades. A veces esto es porque no encajas en el proyecto, porque tienes diferentes visiones, porque no has sabido gestionar temas que han sido difíciles; y también otras veces porque tu vida te lleva a otros derroteros. No siempre una salida es algo necesariamente negativo o difícil.

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Luego está la idea de fracaso que aparece en las relaciones, en los proyectos vitales, me pregunto si esta idea del fracaso no acaba infiltrando también estos proyectos comunes.
Sobre el tema del fracaso, pienso que es algo muy típico, en esa idea del amor romántico, por ejemplo, pensando en parejas, que cuando una relación no funciona es que algo ha fracasado porque esa relación se suponía que tenía que ser para toda la vida. Y a mí me gusta más verlo como que en realidad las relaciones, y también pasa con nuestro paso por las comunidades y los grupos, a veces son momentáneas y que eso que hemos estado teniendo juntas en ese momento nos ha llevado a algún lugar en la vida, a algún aprendizaje y que ahora ya se ha acabado, y que nuestro paso por la vida pasa por ir a otro espacio, solas, o a otra comunidad o a otro lugar.

Se trata de cambiar un poco esa idea de fracaso por entender que eso debía ser para siempre y que algo hemos hecho mal. Decir, pues igual esto ha sido así porque ha sido así y eso te ha traído los aprendizajes y ser la persona que eres ahora. Es un cambio de lectura que no siempre es fácil hacer. Entiendo que cuando has puesto mucha energía en algo, pues luego haya una fase de duelo, una fase en la que pases por el enfado, en la que pases por echar la culpa afuera y que te cueste ver un poco cuál ha sido tu parte. O qué había de esas señales previas que no has escuchado. Es un tema complejo. Me gustó que la autora, Ainhoa Roca, lo propusiera y lo trajera. En este capítulo también se comparten experiencias como las de la Lakabe, una comunidad con muchos años de vida donde ha pasado mucha gente y donde se han hecho, por lo tanto, muchos procesos de duelo.

Es un proceso de duelo para la gente que se va, pero también para la gente que se queda. Es un cambio y a veces has puesto ahí mucho y muchas expectativas. Y sabemos que cuando pones expectativas y no se cumplen, pues eso también produce un dolor que creo que hay que pasar.

 Para formar una cooperativa de vivienda lo que es importante es que la visión sea compartida, que de algún modo lo que quieras sea lo mismo

En vuestra experiencia, sin pecar de funcionalista, ¿tiene más posibilidades de sostenerse una comunidad de gente unida concretamente por el objetivo de formar una cooperativa de vivienda, o una comunidad formada por personas que ya tienen toda una trayectoria conjunta y decide convivir?
Yo creo que cada cosa tiene su reto. Cando no te conoces, al principio también hay como esa fase más de ilusión, de apertura que eso facilita, pero también puede ser más difícil gestionar los conflictos, traer la diversidad, confrontar opiniones y por lo tanto ir más al fondo. Este es un camino que llevará más tiempo. Cuando te conoces mucho, la ventaja es que tienes el vínculo. Yo siempre digo que para mí es importante cultivar el vínculo, más allá de que seas amiga, cultivar un poco ese amor que te va a permitir que en esos momentos difíciles en los cuales la otra persona te está retando, o te está confrontando o tenéis visiones diferentes, pues puedas cogerte de ahí para no irte, porque lo que hace el conflicto es darte ganas de salir y dejarlo todo y ahí te quedas. Entonces hace falta la fuerza para volver y el vínculo, el amor te lo da, entonces cuando ya tienes esa relación, te puede ayudar.

Al mismo tiempo, cuando te conoces mucho, puedes tener ciertos vicios que son más fáciles de sacar. Dependerá de de si tienes en esa relación y en ese grupo la facilidad para conflictuar y tienes las herramientas para gestionarlo o no. Pero sí que creo que más allá de una u otra posibilidad, lo que para mí es importante es que la visión sea compartida, que de algún modo lo que quieras sea lo mismo. Si lo que quieres, a nivel más esencial, es lo mismo, lo vas a tener más fácil, porque a veces nos unimos como grupos y en realidad no estamos queriendo lo mismo y nos parece que sí. Y ahí es donde surge la mayor parte de conflictos o unos conflictos bastante importantes que van a ser más difíciles de encajar. Sabiendo que también eso que queríamos puede cambiar. O que al principio igual queremos lo mismo y luego pues cambiamos. Pero sí creo que esa visión común es bastante básica.

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