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ANA S. AMENEIRO

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Un activista social implicado. Manolo Collado (1939) va a cumplir con su mujer 11 años de vida en común en el centro social de convivencia para mayores de Madrid Trabensol (acrónimo de Trabajadores en Solidaridad), uno de los cohousing pioneros en España (tras el de Málaga) impulsado por particulares donde residen más de 80 personas en Torremocha del Jarama. Sevillano por decisión del barrio de San Diego, aunque nacido en Almoharín (Cáceres), este pedagogo en la Universidad de Sevilla (US) fue profesor de Educación de adultos, tema central de su tesis. Lleva implicado en movimientos sociales desde que vivía en San Diego. Llegó a Sevilla en 1970 para la obra de la autopista a Cádiz (Dragados) y trabajó también en la Cope. Formó parte de la directiva de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía en sus inicios, con el cura Diamantino García, e integró el grupo que impulsó la creación del Parque Miraflores de Sevilla.  

-El modelo de alojamiento colaborativo para mayores atrae cada vez a más personas que no quieren ir a las residencias tradicionales

-Sí, el interés que suscita esta experiencia de alojamiento es tal que en Trabensol hemos tenido que crear grupos de socios para atender la demanda de personas que quieren entrar a vivir aquí y explicar por toda España los detalles para poner en marcha una iniciativa como esta. El primer requisito es tener menos de 70 años, a no ser que entres con una pareja en la que uno es menor de 70 y el otro puede tener más edad.     

-¿Qué le parece el modelo del primer cohousing que se está montando en Sevilla capital con respaldo total del Ayuntamiento de Sevilla en la financiación, el proyecto y las obras? 

-Es importante la cantidad de ayudas que está dando el Ayuntamiento de Sevilla al primer cohousing de la capital andaluza. Ojalá hubiéramos tenido estas líneas de ayuda. Tenga en cuenta que nosotros tuvimos que poner para entrar aquí una cantidad económica de 145.000 euros.  

-¿Cómo es el modelo de Trabensol?

-Somos una cooperativa autogestionada democráticamente y el acceso a la vivienda se realiza en cesión de uso vitalicio, no en propiedad. Lo nuestro forma parte de la economía social. Cada socio poseemos una acción en la cooperativa y tenemos la propiedad de uso de nuestro apartamento. Si me voy no lo puedo vender; se lo queda la cooperativa y mi aportación la recupero con la siguiente persona que entre. 

-¿A quién va dirigido un cohousing?

-No cualquier persona puede entrar a vivir en un cohousing. Esto no es un proceso mercantil, como ir a una inmobiliaria y comprar una casa. Esto es una cooperativa de verdad, y lo difícil es encontrar a cooperativistas: gentes que tengan una experiencia social, que hayan cooperado con otros. Esa es la razón por la que mucha gente se frustra: empiezan a montar proyectos de este tipo durante meses o años sin entender qué es una vivienda colaborativa. Cataluña va por delante del resto de España en vivienda colaborativa, se cuenta en el libro Construir la utopía, un catálogo de vivienda colaborativa.

-¿Qué ventajas le aporta vivir en un alojamiento de este tipo?

-Somos un grupo grande y muy activo, nos cuidamos mucho (caminatas, piscina terapéutica, gimnasio, etc.), nos estimulamos unos a otros y hemos construido nuestras amistades aquí. Por eso tenemos mejor salud. Vivimos en una construcción bioclimática con los apartamentos orientados hacia el sur, rodeados de naturaleza. Gracias a la geotermia (25 pozos de 150 metros de profundidad) la temperatura de los edificios es constante (19 grados), se utiliza para climatizar en invierno y en verano y para el agua caliente. Y 400 placas solares nos permiten organizar muy bien nuestro consumo energético. Aquí no tienes que ocuparte de la comida. Estamos liberados, si queremos, de las tareas domésticas más pesadas (lavandería, plancha, limpieza, cocina diaria, etc.) para centrarnos en nuestro desarrollo personal. Nos organizamos en asambleas y comisiones de trabajo (jardinería, relaciones laborales, etc.). 

-La implicación social de los socios es esencial…

-Aquí hay gran cantidad de actividades diarias diseñadas por todos nosotros. Cada uno aportamos al grupo una cuota económica (1.300 euros al mes por pareja) y una cuota social. Por ejemplo, a diario dos socios preparan la mesa, dos la sirven y dos la limpian. Otros preparan el jardín, etc. Estamos rodeados de socios muy valiosos. A título personal, el que quiere se implica en actividades sociales de ayuda a familias de nuestro entorno, como la Red de Solidaridad Popular que recoge comida para personas con necesidades, y en la huerta ecológica que facilita comida a más de 100 familias necesitadas. 

-También hacéis pagos mensuales para la atención a la dependencia

-Hemos venido pagando 90 euros mensuales, pero eso lo vamos a revisar ahora. 

-¿Cómo surgió la idea de irse a vivir a una vivienda colaborativa?

-Viviendo en Madrid mi mujer y yo nos enteramos de que varios amigos de Moratalaz y Vallecas querían montar alojamientos de este tipo y nos apuntamos a Trabensol en 2007, aunque hasta el 2013 no pudimos trasladarnos a vivir allí. La cooperativa se creó en 2002. En mi etapa en la Facultad de Pedagogía de la Universidad de Sevilla había dirigido una investigación sobre viviendas colaborativas. En el verano de 1999 fuimos varios profesores del departamento a la Universidad de Roskilde (Dinamarca) a vivir en uno de estos alojamientos colaborativos invitados por una compañera de Pedagogía. Luego entramos en contacto con el Foro Social Mundial, donde conocimos otras experiencias de personas de varios países.   

Más información en la web https://trabensol.org/

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