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Vivimos en un edificio en el que nadie paga un alquiler y nadie tiene la casa en propiedad.
Tenían un vecino que era diferente a los demás. Acumulaba cosas. Primero sólo en algunos lugares de la casa. Luego la fue llenando hasta que apenas se podía abrir la puerta para entrar o salir al rellano que compartía con otras tres viviendas. En las reuniones de la comunidad decidieron que la solución era echarlo. Tratar de que no se le renovara el alquiler. Olía mal en toda la séptima planta.
Ellas no estaban de acuerdo con la decisión. Pensaban que había otro modo de solucionar el problema. Llamaron a su puerta. Él les contó que todas las cosas que guardaba en su casa tenían un sentido, un valor, una utilidad. Ellas le echaron una mano buscando a profesionales que sabían cómo ayudar a personas a las que les sucede esto. Estuvo un tiempo fuera y, cuando volvió, ya no tuvo necesidad de seguir acumulando cosas.
Ellas se fueron de esa casa pero siguen conectadas con él. Cada mañana, su antiguo vecino, les manda un mensaje de buenos días.
Decidimos que queríamos participar en la toma de decisiones sobre cómo se habita ese espacio e intentar una lógica diferente a la de la propiedad privada
Conozco esta historia porque, ahora, ellas son mis vecinas. Vivimos en un edificio en el que nadie paga un alquiler y nadie tiene la casa en propiedad. Es un edificio que está en derecho de uso. Decidimos que fuera así, que la propiedad no fuera individual sino colectiva, que la casa donde vivimos no sea mía sino nuestra, de toda la cooperativa.
Decidimos que queríamos participar en la toma de decisiones sobre cómo se habita ese espacio e intentar una lógica diferente a la de la propiedad privada. Una forma de vivir en la que no se pueda especular con la vivienda. Otra manera de vivir que pretende construir alternativas al mercado especulativo inmobiliario. Una de esas gotas desde las que se construye algo diferente.
Gotas que no existen sólo aquí, hay en muchos otros lugares. En Uruguay, en Dinamarca, en Argentina, en Canadá.
Contesto que les dejamos la certeza de que siempre habrá gente a su alrededor que les ayudará si, un día, comienzan a acumular muchas cosas dentro de su casa
La pregunta que más nos hacen cuando hablamos de nuestra cooperativa es: ¿qué les vas a dejar a tus hijos si no pueden heredar tu casa?
Y yo siempre digo lo mismo. Que lo que les dejamos es saber vivir en comunidad, aprender a tejer redes que no te dejan caer, redes en las que tú no dejas que las demás se caigan.
Contesto que les dejamos la certeza de que siempre habrá gente a su alrededor que les ayudará si, un día, comienzan a acumular muchas cosas dentro de su casa. Les dejamos el saber colectivo de formas de resolver los conflictos que no pasen por expulsar a quienes tienen una dificultad o hacen las cosas de un modo diferente.
Tener hijos, de alguna manera, es una forma de creer en el futuro.
Vivir en una comunidad en derecho de uso es una forma de dejarles como herencia otra manera de vivir.