A medida que me acerco a los 60 años (me quedan algo menos de dos) voy siendo consciente de que debo dejar de hablar de las personas mayores en tercera persona y asumir que yo estoy ya en “el colectivo”. Empecé a tener ese pensamiento cuando visité un cohousing senior en uno de los viajes de Inforesidencias.com hace un tiempo y me dijeron que era para mayores de 55 años. “Oficialmente, pensé, ya soy mayor”.

Con esa sensación, recientemente, en una de esas tardes en que no te apetece hacer nada que requiera esfuerzo, me encontré repasando cosas de cuando, hace treinta años, estudié el Máster en Gerontología Social y me tropecé con un resumen impreso en papel de «De Senectute», un libro del romano Cicerón del que se habla siempre que se trata el envejecimiento con una perspectiva histórica. No recordaba haberlo leído antes así que lo hice y después busqué la obra completa en Internet. ¡Vaya sorpresa me llevé!

En «De Senectute», Cicerón hace dos mil años nos pinta un retrato de la vejez no como ese período en el que te quejas de los dolores o te olvidas de cosas, sino como un tiempo de sabiduría, de tranquilidad e, incluso, de algunas travesuras. Aunque con una peculiaridad, la vejez es el momento en que se recogen los frutos de lo que has cultivado durante la vida. Ni los cabellos blancos ni las arrugas hacen surgir de repente la autoridad. Los frutos de la autoridad los produce la edad vivida honestamente desde el principio. O sea, que nos encontramos ante un canto a la experiencia.

Leer algo sobre personas mayores escrito hace veinte siglos te hace pensar en como nuestra sociedad actual mira a la vejez. En una era del culto a la juventud en la que adolescentes usan filtros para parecer más guapos y lozanos en las redes sociales erradicando cualquier resquicio de envejecimiento, ¿no estamos olvidando un poco la riqueza que viene con los años? En un momento en el que todo cambia tan rápido que “el anciano de la tribu” se ha convertido en la caricatura del abuelo Cebolleta explicando sus interminables historias. ¿De verdad ha perdido tanto valor la sabiduría que se acumula a lo largo de una vida larga?

Cicerón, con su típico sarcasmo romano, nos recuerda que envejecer es un arte. No es solo sobrevivir a las décadas, sino hacerlo con gracia, dignidad y, por supuesto, una copa de vino en mano. El libro se plantea como una conversación imaginaria de un hombre de 62 años y dos jóvenes que le admiran. Y ahí es donde entra en juego el ingenio de Cicerón, a través de las conversaciones, preguntas y respuestas entre los tres personajes nos desafía a mirar más allá de la superficie y a apreciar la belleza de la vida en todas sus etapas. Para él, la vejez no es el final del camino, sino una nueva aventura, llena de descubrimientos y posibilidades. Cicerón va desmontando página a página y uno a uno los tópicos que se suelen atribuir a la vejez: la falta de memoria, la mala condición física, la privación de placeres o la cercanía de la muerte. Ni todos los viejos son débiles y dementes ni todos los jóvenes son valientes y arrogantes.

Pero, no todo es color de rosa en «De Senectute». Cicerón también aborda los desafíos de envejecer, como la pérdida de amigos y la salud que te abandona. Aunque, incluso en esos momentos, su tono es de aceptación y no de resignación. Después de todo, como él mismo dice, ¿qué sería de la vida sin sus altos y bajos?

Al finalizar mi lectura, me quedé pensando en la perspectiva fresca y desenfadada de Cicerón sobre un tema tan complejo. En lugar de temer al paso del tiempo, nos invita a abrazarlo, a reír ante sus desafíos y a disfrutar de sus recompensas. Y aunque han pasado más de dos mil años desde que escribió esas palabras, su mensaje sigue siendo increíblemente relevante.

La lectura de “De senectute” me anima a seguir haciendo lo que hago, aunque, quizás con más entusiasmo. Entre esas cosas que hago, una que me llena mucho es entrevistar cada lunes en el programa de radio “Sabias palabras” a personas mayores que viven en residencias y que explican su experiencia. Es como ir a ver a un amigo que vive en una residencia y del que no sabías nada desde hacía tiempo.

Así he conocido a una señora de 99 años con un espíritu tan joven que durante la entrevista no paraba de reírse y de explicarme anécdotas, como que le gustaba tomarse chupitos de crema catalana con cuatro amigas de la residencia. También he hablado con un hombre de 90 años que ocupa una parte de su tiempo en la residencia ayudando en lo que puede a otros residentes; o una mujer mayor a la que le gustaba practicar yoga.

Estas conversaciones, que pueden verse en el canal de Youtube de Inforesidencias.com, me hacen reflexionar sobre la sociedad actual, con su obsesión por la eterna juventud, que ignora, incluso desprecia, a los más mayores, desperdiciando un tesoro de sabiduría y experiencia.

Cicerón lo sabía. A través de «De Senectute», nos insta a reconsiderar nuestra visión de la vejez. Nos anima a verla no como el final de una vida, sino como el comienzo de una nueva etapa. Una etapa en la que podemos reflexionar sobre nuestros logros, aprender de nuestros errores y, sobre todo, compartir nuestras historias con las nuevas generaciones.

En resumen, «De Senectute» no es solo un libro sobre la vejez. Es una celebración de la vida en todas sus etapas. Es un recordatorio de que, independientemente de nuestra edad, siempre podemos aprender, crecer y, lo más importante, disfrutar de la aventura que es vivir.

Me encantaría, aunque sea algo imposible, saber qué habría escrito Cicerón si en vez de vivir durante los últimos años de la república romana lo hubiese hecho en nuestra sociedad postindustrial. No sé qué hubiese pensado del edadismo, el analfabetismo tecnológico o de que una de cada cinco personas tenga más de 65 años. En el fondo creo que el grueso de su mensaje es totalmente trasladable, y aun así me intriga la idea de devolverle la vida.

Por cierto, ¿he dicho imposible? Quizás no. Dentro de un tiempo se podrá mediante sistemas de inteligencia artificial alimentar a una red neuronal con todo lo que escribió y lo que sabemos de Cicerón y preguntarle: ¿qué hubiese dicho él de este tema sabiendo lo que decía sobre todo lo demás si hubiese conocido las circunstancias de la actualidad? Ahí lo dejo.

Releyendo lo que he escrito veo que esta semana me aparto de los temas más mundanos que suelo tratar. Aun así, creo que está bien divagar de vez en cuando y pensar que se acerca el invierno meteorológico mientras mi vida va transitando por el otoño de la existencia.

Nota: El texto de esta semana tiene un pequeño truco ya que hay algún fragmento que he generado con Chat Gpt y lo he metido dentro de lo escrito por mí. A ver quién lo descubre. Por cierto, la idea, texto y desarrollo son todos de mi inteligencia natural.

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