Un grupo de 24 personas de entre 50 y 75 años se ha unido para buscar un terreno en la Bahía donde hacer realidad un proyecto de viviendas colaborativas en las que envejecer juntas
5 de julio de 2024 (21:34 CET)
Cuidar unos de los otros en la última etapa de la vida, disfrutar de un envejecimiento activo y compartir. La unión siempre hace la fuerza, por eso existen proyectos como este. Viviendas colaborativas donde usar zonas comunes y contar con servicios en una construcción ecosostenible, en este caso, entre personas mayores. Esta idea que parece revolucionaria en una sociedad donde los hijos acaban siendo los cuidadores principales de sus padres, no lo es. A principios de los años 70 ya empezaron a aparecer los primeros cohousing en Dinamarca y Holanda. En la década de los 80 llegó a Estados Unidos y, en los 90 comenzó a sonar en España. La motivación no es otra que mejorar la calidad de vida durante la tercera edad.
En diciembre de 2023 nació el primer cohousing senior de la provincia de Cádiz, formado por un grupo de personas que se constituyó como cooperativa de consumo. Se embarcaron en una aventura que conlleva un proceso largo, unos 10 años de media, tiempo que suele transcurrir hasta que la mudanza se hace realidad.
No son los primeros, ni los únicos en España, donde actualmente se registran más de 12 proyectos en funcionamiento. En Andalucía, Málaga fue pionera en este mundo en 1991 gracias a una ex monja que promovió este tipo de convivencia, cuando hablar de cohousing no era común. Después, le siguieron otros ejemplos en otras porvincias como Sevilla o Granada.
“Lo escuché hace unos 40 años a un amigo que tenía una novia mexicana y la madre de ella vivía en un cohousing”, dice Almudena González, de 70 años, natural de Madrid pero afincada desde hace una década en Chiclana. Ella es una de las 24 personas que habitarán en un futuro 18 viviendas. Esta amante del teatro amateur se jubiló con 61 años tras haber trabajado durante 45 en distintos sectores como perfumería y cosmética o construcción. “Soy viuda, mi marido se crió en Cádiz y cuando nos casamos me trajo aquí y me enamoré de esta tierra”, comenta a lavozdelsur.es. Luego, con su segunda pareja, decidió mudarse al sur, donde surgió esta iniciativa que, como ella dice, tenía en un cajón guardada.
Fue Almudena quien la impulsó junto a dos amigas, Ana, isleña que tuvo que dejarlo por motivos familiares, y Fernanda, sevillana jubilada afincada en Cádiz que había ejercido como médico. “Una pareja que venía a tertulias que yo organizaba me preguntó por esto y me dijo que había gente interesada. Yo llevaba años queriendo montar uno y nos juntamos”, explica. Así se fraguó este proyecto de vida que ya cumple un año de preparativos. El boca a boca fue la clave para que fueran apareciendo participantes.
Almudena considera el cohousing como la opción que permite “ser tú misma quien gestiona tu envejecimiento”. “En Cádiz veo que la gente es muy familiar, tienen hijos y nietos, y saben que les van a cuidar, afortunadamente, pero hay que dejar un poco en paz a la familia también. Mis hijos son mayores, están en Madrid, ellos tienen su vida y yo la mía”, expresa.
En el proyecto se distinguen personas de entre 50 y 75 años procedentes de toda la provincia de Cádiz, incluso de Madrid. En el grupo, la mayoría son mujeres, solo hay siete hombres. “Somos más participativas, en el teatro o en las tertulias siempre hay más”, añade.
«Queremos pasar la última etapa de nuestra vida disfrutando»
Avelino Alonso, madrileño jubilado de 72 años, y Marisol Arias, de 62, natural de Bembibre, en León, forman la última pareja que se apuntó, hace tres meses. Él trabajaba en el carbón y ella, graduada social, en negocios de hostelería. Hace 16 años tomaron la decisión de mudarse a Cádiz, donde solían veranear. El matrimonio, sin hijos por voluntad propia, llevaba contemplando vincularse a un cohousing desde hace tiempo. Se enteraron de esta propuesta, realizaron la entrevista pertinente y se unieron.
“Queremos pasar la última etapa de nuestra vida disfrutando. Una vejez activa, compartiendo, no quedándonos solos y aislados en nuestra casa, que es lo que está pasando hoy en día con la gente mayor. La que conozco acaba consumiéndose sola en su casa”, comenta Marisol.
El grupo, que cuenta con redes sociales en Facebook e Instagram para ir contando las novedades, está buscando un terreno en la Bahía de Cádiz para construir viviendas privadas en cesión de uso, transmisibles y heredables. Allí habrá lavandería común, huerto, aparcamiento o jardín, en función de las posibilidades del espacio. De momento, es una ardua tarea que todavía no ha dado sus frutos.
En paralelo, se han organizado en grupos de trabajo con el fin de ver qué servicios les harán falta y así poder definir el proyecto. “Todo lo que pase en el cohousing se decide entre todos”, dice Almudena, que también menciona que deben pensar si van a contratar un catering para las comidas o un servicio de limpieza. “También qué cuidados vamos a necesitar… vamos a ir envejeciendo, nos van a ir pasando cosas desgraciadamente malas. Nosotros queremos vivir aquí hasta el último día de nuestra vida, entonces hay que ir pensando”, explica.
En esta vivienda colaborativa prima la ayuda a los demás y los momentos en reunión. Y todo ello es posible sin perder la privacidad. “Si quieres estar solo y que no te moleste nadie va a ser así, los demás te lo van a respetar siempre”, expone la madrileña.
Esta es una forma de dignificar la última parte de la vida y de tener libertad para decidir cómo envejecer e ir poniendo los medios. Es una alternativa a las residencias, donde todo está marcado por unas directrices. “A mi me espanta, no me gustaría acabar en una, y no porque vaya a estar mal cuidada, sino porque te consideran un niño y no tienen voluntad de tu propia vida. Hoy, a las personas mayores se les manipula, nadie les pregunta si quieren ir a una residencia, directamente las llevan. ¿Eres dueña de tu vida, o los dueños son tus hijos?”, reflexiona Marisol, que defiende que las personas ancianas no deben perder la capacidad de dirigir sus vidas.
Ella y Avelino comparten ese objetivo de vivir en un núcleo no familiar, elegido voluntariamente. Confían en que la futura convivencia les permite tener una vejez más activa. “No queremos que nadie se sienta obligado a cuidarnos ni cambiar la vida de nadie para ello”, dicen. Ellos son conscientes de que no quieren acabar en la esquina del salón viendo la televisión.
Almudena, Avelino, Marisol y el resto de compañeros muestran entusiasmo hacia este proyecto pionero en la zona que toman como “un reto ilusionante y complejo”. Ponen su empeño para que su futuro próximo sea el mejor posible.